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La reforma fiscal puede ser una de las prioridades del gobierno para ayudar a hacer frente al gasto de COVID-19, pero cada movimiento podría requerir concesiones.
Cuando los gobiernos se reunieron en Bretton Woods, New Hampshire, en 1944, se apoyaron en un espíritu de consenso para fundar las instituciones internacionales que ayudarían a reconstruir un mundo devastado. Incluso cuando la Segunda Guerra Mundial hacía estragos, los líderes miraron hacia un futuro más brillante y acordaron un sistema monetario destinado a evitar futuras guerras comerciales. Mientras nos esforzamos ahora, mediante la vacunación, por dejar la pandemia mundial en el espejo retrovisor, ¿nos encontramos en un momento de Bretton Woods para el sistema fiscal mundial?
El COVID-19, al igual que la guerra, creó una devastación humana, económica y fiscal. Los déficits, que ya eran grandes hace un año, se sitúan ahora en niveles no vistos en más de 80 años. E incluso cuando empecemos a recuperar una cierta apariencia de normalidad, los gobiernos tendrán que seguir invirtiendo fondos sustanciales para reparar los daños de la pandemia, al mismo tiempo que establecen las bases que permitirán a las sociedades afrontar los retos a largo plazo, como la desigualdad de ingresos y el cambio climático.
Más deuda es la opción obvia a corto plazo con los tipos de interés tan bajos, pero los impuestos serán importantes para reconstruir los balances nacionales a largo plazo. La eterna pregunta sigue siendo: ¿qué se debe gravar y cómo? Incluso antes de la COVID-19, los debates sobre los impuestos eran muy intensos. Las crecientes preocupaciones fiscales no han ayudado, y la discusión parece estancada tanto a nivel nacional como internacional.
Asumí el cargo de líder global de servicios fiscales y legales a mediados de la pandemia. Asesoramos a empresas y particulares en todo el espectro de asuntos fiscales, trabajando para entender las obligaciones dentro del sistema fiscal y garantizar su cumplimiento. Esto nos da una visión poco común de las preocupaciones y prioridades generales. Observando este panorama, mi preocupación actual es el carácter de confrontación de muchos debates sobre los sistemas fiscales.
Para aliviar estas fricciones, creo que debemos adoptar la idea del consenso en el espíritu de Bretton Woods. Es probable que el consenso produzca un equilibrio fiscal más estable que genere la certidumbre que los ejecutivos anhelan. Más de 1,000 empresarios que asistieron a una serie de simposios regionales que organizamos a finales del año pasado sobre la tributación, dijeron que la incertidumbre, no los índices, era su mayor preocupación. Es más probable que obtengan certidumbre si se esfuerzan por dar forma al sistema fiscal en colaboración con los responsables políticos, que también deben trabajar entre sí para armonizar los intereses nacionales e internacionales.
El 2021 debería ser un año para reconstruir mejor. Los sistemas fiscales pueden ayudar a abordar las preocupaciones cruciales de los gobiernos, las empresas y los ciudadanos, si son predecibles y fáciles de cumplir. Las prioridades a corto plazo incluyen un mejor equilibrio entre los intereses nacionales y los globales, una agenda de equidad que nos ayude a reacoplar el progreso social y económico, y una fiscalidad digital ingeniosa.
Global vs. nacional
Los impuestos pueden considerarse una cuestión principalmente nacional; después de todo, la mayoría de las normas fiscales establecidas por un gobierno se aplican a los individuos que viven en ese estado y a las empresas que operan allí. Pero los gobiernos siempre tienen un ojo puesto en el panorama internacional. Pueden querer atraer inversiones, animar a la gente a trabajar o utilizar la política fiscal para influir en las pautas comerciales a través de las fronteras, fomentando o desalentando determinadas transacciones.
Entender cómo se ve el sistema fiscal de un país a nivel internacional, el impacto que tiene en otros países y su potencial para crear armonía o división es fundamental para tener un sistema fiscal que genere confianza y promueva la certeza. Algunas de las situaciones fiscales más controvertidas están relacionadas con el comercio entre fronteras y las empresas que operan en diferentes jurisdicciones. Los impuestos en cuestión generan una atención mediática y política desmesurada en comparación con los ingresos que recaudan, y lograr un consenso en este sentido aumentaría la capacidad de los negociadores y de los participantes en la mesa para concentrarse en áreas más estratégicas que tienen un mayor potencial para aumentar los ingresos.
Las políticas a corto plazo de un país pueden acabar haciendo más daño que bien en un mundo híper conectado. Los debates sobre la adecuación de los sistemas fiscales a nivel internacional llevan décadas, y ahora más que nunca, cuando empezamos a recuperarnos de los efectos polifacéticos de la COVID-19, es oportuno llegar a un consenso para mejorar la confianza y la seguridad de los contribuyentes particulares y empresariales de todo el mundo. Francamente, considerar la política fiscal nacional a través de una lente internacional podría aportar un enfoque más lúcido a la elaboración de políticas.
Una agenda de imparcialidad
La imparcialidad, y la percepción de la misma, es vital a la hora de diseñar los sistemas fiscales para el futuro. Si los contribuyentes no consideran que los impuestos son justos, es menos probable que cumplan voluntariamente con sus obligaciones fiscales. Esto aumenta el tiempo y el esfuerzo que hay que dedicar a la aplicación de la ley y priva a los gobiernos de ingresos fiscales.
La cantidad de impuestos que pagan las empresas y dónde los pagan es ya una cuestión emotiva. Los datos demuestran que los tipos impositivos efectivos a largo plazo, de muchas grandes empresas, se aproximan a los tipos legales del impuesto de sociedades en los países de la OCDE. Sin embargo, la opinión pública sigue pensando que las empresas no pagan su parte, en detrimento de las escuelas, los hospitales y otros bienes públicos insuficientemente financiados.
Muchos creen que los niveles de endeudamiento creados por la pandemia podrían crear un entorno político más favorable para realizar cambios significativos en los sistemas fiscales. Responder a la presión para ser más transparentes en materia de impuestos es un área en la que definitivamente se puede progresar, especialmente cuando se trata de métricas ASG (Ambientales, Sociales y Gubernamentales o ESG por sus siglas en inglés). Y una mayor transparencia contribuirá a generar confianza. Aunque no existe un estándar global común sobre cómo las empresas deben informar de sus métricas ASG, el Foro Económico Mundial, con el apoyo, Deloitte, EY y KPMG, ha publicado recientemente un conjunto universal de métricas de capitalismo de las partes interesadas que incluye la información sobre la contribución fiscal.
El efecto digital
Más de 135 países se reúnen bajo los auspicios de la OCDE para abordar las cuestiones relativas al impuesto de sociedades a nivel internacional, pero esto es sólo un comienzo. La materia de cómo tributar en una economía en vías de digitalización sigue siendo objeto de un acalorado debate, y pone de manifiesto los obstáculos y tensiones inherentes a los debates sobre política fiscal.
Si se aplican, los planes de la OCDE podrían recaudar hasta US$ 100 mil millones, en todo el mundo. Esto parece sustancial, pero es una gota en el océano: Estados Unidos, por nombrar sólo un país, gastó más de US$ 3 billones, en la estabilización y alivio de la COVID-19 en 2020. A pesar de ello, el consenso global sobre un rediseño del sistema es clave si queremos evitar el caos fiscal. La OCDE acaba de concluir la última ronda de debates sobre este rediseño, y todavía hay un debate e incertidumbre considerables.
La tributación es complicada y está interconectada. Equilibrar la competencia y el consenso es difícil. Y los gobiernos tienen considerables incentivos para emprender acciones a corto plazo impulsadas por las demandas locales en detrimento de la colaboración internacional. No obstante, el espectro de años de disputas sobre los impuestos debería servir para unir a la gente. El aumento excesivo de los impuestos en un área puede generar problemas en el futuro. Es mejor llegar a un consenso ahora y poner fin a remiendos de acciones aisladas que conducen a guerras de aranceles a manera de «ojo por ojo», que sin duda perjudican más a las personas que a las empresas y frenan el ritmo de progreso.